El IRPF o Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, como bien dice su nombre, grava la renta de las personas, es decir, los ingresos que hemos tenido en un año. ¡Atención! grava a las personas físicas, pero no a las empresas. Para las empresas, el sistema fiscal es mucho más beneficioso.

Se tributa según una escala, según la cual quienes tienen mayores ingresos deben aportar más. Por eso se dice que el impuesto del IRPF es un impuesto progresivo (aunque, reforma tras reforma, ha ido perdiendo dicha progresividad).

Para ello se establecen distintos tramos de ingresos, a cada uno de ellos le corresponde un porcentaje de gravamen concreto, cada vez más alto: al primer tramo un porcentaje, a partir de ese tramo, es decir, a cada euro que lo sobrepase un porcentaje más alto y así hasta llegar a tramo mayor.

Las retenciones del IRPF, por decirlo de alguna manera, son una especie de adelantos que le hacemos a Hacienda según percibimos nuestros ingresos que, posteriormente, deben cuadrarse cuando hacemos la declaración. Muchas veces nos han hecho más retenciones de las que nos corresponden y, cuando hacemos la declaración, Hacienda tiene que devolvernos cierta cantidad; otras veces, nos han retenido menos de lo que deberían, por eso, cuando hacemos la declaración, nos sale a pagar.

CONTINÚA LEYENDO